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La lechera y el cántaro.
Fábula de Samaniego


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Esta es una de las célebres “Fábulas morales” de Félix María Samaniego, publicadas en 1782 en Valencia. La obra contiene 137 fábulas agrupadas en nueve libros. Es un ejemplo típico de un relato corto - en este caso en verso - del cual se desprende una enseñanza para la vida, la denominada “moraleja”; que aquí está expresamente enunciada en los dos últimos versos.

Nacido en la ciudad española de Ávila en 1745 y fallecido en la misma en 1805, Samaniego luego de cursar estudios en la Universidad de Valladolid, se radicó varios años en Francia donde se vinculó al movimiento llamado el enciclopedismo.

La famosa lechera del cántaro, simboliza un tipo de personas de mentalidad excesivamente soñadora, a la vez que impacientemente ambiciosa; que supone que en la vida todo se conseguirá rapidamente y sin mucho esfuerzo; alejándose de la realidad por sumirse en esas ensoñaciones, y perdiendo de vista la atención que requiere el momento actual.

La imagen de que se vale, es la de la forma en que frecuentemente las campesinas portaban sobre su cabeza un recipiente - un canasto o, como ella, un cántaro - equilibrado mediante un grueso aro; debiendo marchar muy erguidas y evitando oscilar para que no se les cayera.



La lechera y el cántaro.

Llevaba en la cabeza
una lechera el cántaro al mercado
con aquella presteza,
aquel aire sencillo, aquel agrado,
que va diciendo a todo el que lo advierte:
¡Yo sí que estoy contenta con mi suerte!

Porque no apetecía
más compañía que su pensamiento,
que alegre le ofrecía
inocentes ideas de contento,
marchaba sola, la feliz lechera;
y decía entre sí de esta manera:

“Esta leche vendida,
en limpio me dará tanto dinero,
y con esta partida
un canasto de huevos comprar quiero,
para sacar cien pollos, que al estío
me rodeen cantanto el pío pío".

Del importe logrado
de tanto pollo mercaré un cochino;
con bellota, salvado,
berza, castaña engordará sin tino
tanto, que puede ser que yo consiga
ver cómo se le arrastra la barriga”.

“Llevarelo al mercado; sacaré de él sin duda buen dinero;
compraré de contado
una robusta vaca y un ternero,
que salte y corra toda la campaña,
hasta el monte cercano a la cabaña”.

Con este pensamiento
enajenada, brinca de manera,
que a su salto violento
el cántaro cayó. ¡Pobre lechera!
¡Qué compasión! Adiós leche, dinero,
huevos, pollos, lechón, vaca y ternero.

¡Oh loca fantasía,
que palacios fabricas en el viento!
Modera tu alegría;
no sea que saltando de contento,
al contemplar tu dichosa mudanza,
quiebre su cantarillo la esperanza.

No seas ambiciosa
de mejor y más próspera fortuna;
que vivirás ansiosa
sin que pueda saciarte cosa alguna.
No anheles impaciente el bien futuro
mira que ni el presente está seguro.




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