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Juan Manuel de Rosas


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Juan Manuel de Rosas

Nacido en la ciudad de Buenos Aires el 30 de marzo de 1793, su verdadero nombre era Juan Manuel Ortiz de Rozas. Era hijo de un militar, León Ortiz de Rozas y de su esposa Agustina de Osornio. Sus padres integraban una familia patricia. Poseían una estancia en un lugar denominado "Rincón de López", donde generalmente pasaban los veranos.

Cursados sus estudios en Buenos Aires, a los 13 años Juan Manuel - descripto como un muchacho apuesto, alto, rubio y de ojos azules - participó dando muestras de valentía en la defensa de Buenos Aires cuando las invasiones inglesas de 1807.

En su adolescencia, se hizo cargo de la administración de la estancia de su padre; y como muchos otros protagonistas de la historia rioplatenses de esa época, se convirtió en gran jinete y se integró plenamente a las actividades y faenas de la vida rural ganadera, llegando a tirar el certeramente el lazo. Ganó prestigio entre la gente de campo no solamente por ser el patrón, sino por asimilarse a su estilo de vida y soportar las duras condiciones del trabajo y hasta sus formas de hablar, haciéndose un "gaucho" como ellos. Pero en definitiva, siempre se consideró individual y socialmente superior a los paisanos.

En 1813 se desavino con sus padres, abandonó la administración de la estancia, cambió definitivamente su nombre a Rosas, y se dedicó al negocio de tropero; comprando ganado a bajo precio en los campos del sur argentino para trasladarlo a Buenos Aires, donde se vendía a precios muy superiores. La diferencia de precio se fundaba en los enormes riesgos que habían de afrontarse para trasladar el ganado, expuesto sobre todo a los ataques de los indígenas y "matreros" que abundaban en esos territorios.

Para cumplir sus operaciones de tropero estando en condiciones de defender por las armas sus ganados de los malones indios, Rosas empleó una partida de hombres armados que le respondían en forma incondicional; que constituyó el principio de lo que terminaría convirtiéndose en su principal instrumento personal de gobierno.

El poco más de una década había amasado una enorme fortuna. Decidió entonces asociarse con un amigo de su infancia, Juan Nepomuceno Terrero, con quien adquirieron una gran extensión de campo en el sur de la provincia de Buenos Aires, para criar ganado en forma extensiva y efectuar explotaciones agrícolas. En la sociedad que formaron, participó también en menor proporción Manuel Dorrego.

Se trataba de un territorio fronterizo con las zonas dominadas por los indios, pero las condiciones en que lo explotaron les permitieron obtener enormes ganancias; con lo cual fundaron un saladero para preparar el tasajo - carne desecada y salada de exportación a Europa - de hecho monopolizaron la exportación de tasajo en el puerto de La Ensenada; y adquirieron barcos con los que constituyeron una flota propia para exportarlo.

Los negocios de Rosas prosperaron en tal volumen, que hacia 1829 era uno de los hombres más ricos de su Provincia.

En la base de su éxito se encontraba su fuerza armada personal; lo cual necesariamente lo convirtió en un personaje respetado y temido, que pronto adquirió también poder como caudillo político. En 1819 escribió unas "Instrucciones" para los mayordomos y capataces de sus estancias, en las cuales establecía un rígido régimen disciplinario para regir al personal de su dependencia, que incluía castigos de azotes y "estaqueamiento" (tormento consistente en atar las extremidades extendidas de un hombre acostado sobre la tierra, con tiras de cuero sujetas con estacas, que al resercarse se acortan sometiéndolo a terribles dolores).

Rosas se constituyó en un prototipo de caudillo, hombre rico y educado que se considera en todo aspecto muy superior, pero que impone su poder y su autoridad que ejerce con prepotencia y arbitrariedad, en base al ascendiente y a la adhesión incondicional que recibe de las capas sociales inferiores; como eran en su época los gauchos, mulatos y mestizos de personalidad inculta, violenta y pendenciera, a los que alternativamente halagaba con favores, dádivas e impunidad para sus desmanes, o castigaba con penas ejemplarizantes cuando incurrían en deslealtad.

Rosas aplicó los mismos procedimientos como acaudalado ganadero que como caudillo político; de los cuales conformó un modelo repetido en la historia y en buena medida todavía vigente, presentándose - en su propio beneficio principalmente económico - como un protector y liberador de los humildes explotados y como custodio de los valores y honores nacionalistas y patrióticos, al tiempo que ejercía su poder político en forma absolutamente autoritaria y desconociendo no solamente cualquier clase de limitaciones jurídicas o institucionales, sino asimismo morales. Repetidamente, recomendaba a su esposa no dejar de visitar a "los pobres", repartirles obsequios y ofrecerles apoyo en sus dificultades, para captar y mantener su adhesión.

Poniendo en evidencia una de las facetas características de esas personalidades, Rosas ingresó a la actividad política a consecuencia del fusilamiento de su socio Manuel Dorrego, que ejercía el cargo de Gobernador de Buenos Aires, por orden del Gral. Juan Lavalle. Dorrego era cabeza del Partido Federal, principalmente integrado por estancieros saladeristas, enfrentado al partido de los Unitarios, cuya principal política era el monopolio portuario de Buenos Aires, política que luego abrazó Rosas desde el gobierno.

Dorrego fué fusilado por los unitarios sublevados contra su gobierno, luego de la batalla de Navarro, el 9 de diciembre de 1828. Rosas se puso entonces al frente de los contingentes federales, mayormente compuestos por individuos de baja calaña incluso feroces indios pampas; y el 25 de abril de 1829 derrotó a Lavalle en Puente Márquez, lo que determinó que éste dejara el gobierno de Buenos Aires a Viamonte, y se exilara en Montevideo, donde pasaría a cumplir un importante papel en las rivalidades políticas de Rivera con Lavalleja y Oribe.

De inmediato, Rosas entró en Buenos Aires al frente de sus tropas, y el 6 de diciembre de 1829, teniendo Rosas 35 años, la Legislatura provincial le ungió como Gobernador de la Provincia, dotándole de poderes absolutos. Así comenzó su carrera política, convirtiéndose por 25 años en el jefe del Partido Federal y referente principal de la política en el Río de la Plata.

Entre el 6 de diciembre de 1829 y el 6 de diciembre de 1832, Rosas ejerció la Gobernación de Buenos Aires; logrando derrotar a los unitarios y restableció un orden y prosperidad basado en su poder autoritario, que determinó ser designado por la legislatura provincial como Restaurador de las Leyes. Su régimen pasó así a ser conocido como "La Restauración".

Luego decidió renunciar y marchar hacia el sur argentino, emprendiendo lo que se llamó la "campaña del desierto" contra los indios que realmente asolaban esas regiones; y que fuera recogida en un libro de Lucio V. Mansilla titulado "Una excursión a los indios ranqueles". Con ello, aplicando sus métodos anteriores, llegó a someter a los indígenas y ampliar enormemente los territorios utilizables por los hacendados ganaderos de Buenos Aires.

Entretanto, sus partidarios dirigidos por su esposa Encarnación Ezcurra — a quien sus enemigos políticos llamaban "la mulata Toribia" — se aplicaron a preparar su retorno al gobierno; en medio del sostenido enfrentamiento con los unitarios. Siguiendo las tácticas de su esposo, doña Encarnación halagaba a sus huestes mayormente integrada por los más bajos niveles sociales, a quienes recibía permanentemente en su casa.

En esa época se constituyó la llamada Sociedad Popular Restauradora, una organización de matones incondicionales de Rosas que fuera conocida como "la mazorca"; y que se convirtió en una especie de policía política personal que establecería bajo la tiranía rosista, un sistema de terrorismo político.

El sucesor de Rosas en el Gobierno de Buenos Aires, el Gobernador Balcarce, adoptó en octubre de 1933 algunas acciones contra el periódico rosista "El restaurador"; lo que determinó que los seguidores de Rosas, realizaran una gran manifestación encabezados por la propia doña Encarnación. La demostración se convirtió en una verdadera huelga general, que determinó a Balcarse a presentar renuncia ante la Asamblea legislativa, la cual inmediatamente designó Gobernador a Rosas. Sin embargo, Rosas no aceptó, aunque pasó a ser quien realmente ejercía el poder tras el Dr. Maza, que quedó como Gobernador interino.

El 16 de marzo de 1835, fue asesinado el caudillo riojano Facundo Quiroga, que había sido puntal de los combates iniciales de Rosas contra los unitarios. Entonces, Rosas decidió retomar directamente el poder. El 7 de marzo fue nuevamente elegido como Gobernador por la Asamblea legislativa, pero antes de asumir el mando el 13 de abril se realizó un plebiscito en el que recogió casi 10.000 votos a favor y ninguno en contra.

La tiranía de Rosas así comenzada, se prolongó hasta el año 1852, en que se vio obligado a renunciar luego de ser derrotado su ejército en la batalla de Caseros por las armas de la Coalición encabezada por el Gral. Urquiza; como culminación de la Guerra Grande.

Su gobierno se configuró como una tiranía, a causa de la total ausencia de garantías personales y del clima de terrorismo político implantado por las acciones de la "mazorca"; así como la exigencia a todos los habitantes de Buenos Aires de exhibir en sus ropas una escarapela con el símbolo federalista. Todos los opositores fueron ferozmente perseguidos, debiendo emigar hacia el Uruguay.

Su política económica fue terminantemente proteccionista, prohibiendo por Ley del 18 de diciembre de 1835 la importación de todos los tipos de productos que la Argentina estaba en condiciones de producir. Aplicó importantes impuestos a todas las exportaciones, exceptuando precisamente las de carne salada (tasajo), cueros y pieles curtidas transportados en barcos nacionales, que eran producidos y así exportados por el propio Rosas y sus socios.

Su política financiera se caracterizó por la clausura del Banco Nacional, de propiedad inglesa; y por la cesación de pago de las deudas del Estado.

Como política internacional, se propuso la reunificación de los territorios del Virreinato del Río de la Plata.

El establecimiento del gobierno rosista y las políticas que aplicó, determinó que procuraran reunirse para derrocarlo todas las fuerzas afectadas. Los unitarios emigrados a Montevideo, se aliaron así con el ex-Presidente Rivera, en conflicto con el nuevo Presidente Oribe quien tenía claros vínculos de afinidad con Rosas. Las provincias de la mesopotamia argentina, a las cuales el régimen rosista sometía al monopolio del puerto de Buenos Aires para exportar su tasajo y les obligaba a usar los barcos de su propiedad, fueron apoyadas por Francia e Inglaterra; las cuales destacaron poderosas flotas en el Río de la Plata para respaldar la libertad de navegación en él, que hicieron extensiva a los ríos interiores para estar en condiciones de transportar las exportaciones de las provincias.

En buena medida, el desarrollo estratégico de la guerra comenzó con el desplazamiento de Oribe de la Presidencia del Uruguay, respaldando a Rivera en su designio de sustituirlo. Luego de logrado ello, Rivera hizo un Tratado de alianza con la provincia de Corrientes, y contando con el apoyo naval europeo, los aliados declararon la Guerra Grande.

Una flota inglesa al mando del capitán Onslow ocupó en 1833 las islas Malvinas, que pasaron a ser denominadas islas Falkland. En 1838, Rosas pretendió obligar a cumplir el servicio militar a algunos franceses residentes en Buenos Aires; lo que determinó que la flota francesa del Río de la Plata, al mando del Almirante Leglanc, bloqueara el puerto de Buenos Aires. Casi al mismo tiempo, los barcos franceses llegaron al puerto de Montevideo para apoyar la sublevación de Rivera contra Oribe, el cual optó por trasladarse a Buenos Aires donde Rosas le ofreció el mando de su Ejército de la Confederación, que aceptó.

El bloqueo fue levantado en 1840, mediante el llamado Acuerdo Mackau-Arana; pero en 1842, cuando Oribe inició en Sitio Grande de Montevideo, Rosas intentó que sus barcos bloquearan Montevideo, lo que determinó que la flota inglesa no reconociera ese bloqueo que, evidentemente, la flota argentina no estaba en condiciones de hacer efectivo en los hechos frente al poderío naval franco-británico.

En 1845 Francia e Inglaterra proclamaron su doctrina de la libre navegación de los ríos interiores de la mesopotamia argentina; al tiempo que enviaron ante Rosas una misión para exigirle el retiro de su apoyo a Oribe que sitiaba Montevideo.

En respaldo de esa doctrina, en noviembre de 1845 ingresó al río Paraná una flota de 90 buques mercantes respaldados por 22 buques de guerra transportando 800 soldados. Rosas intentó detenerlos en un pasaje angosto y curvado del río, llamado "la vuelta de Obligado", colocando barcos atravesados y ligados por cadenas, y varias baterías de artillería; pero el 20 de noviembre la flota francesa logró romper el cerco, aunque sufriendo fuertes pérdidas. Los barcos franceses fueron nuevamente atacados en junio de 1846 en las barrancas de Quebracho, y finalmente retornaron a Montevideo sin haber logrado comercializar sus mercaderías.

La situación tuvo un vuelco fundamental de origen político, al cambiar los partidos en el gobierno de Inglaterra y Francia, lo que hizo que desistieran de sus campañas en el Río de la Plata. El 24 de noviembre de 1849 con Inglaterra, y el 21 de agosto de 1850 con Francia, Rosas obtuvo la devolución de la isla Martín García ubicada en las nacientes del Río de la Plata, y el reconocimiento de que la navegación del río Paraná estaba sometida a la soberanía argentina. Además, Francia reconoció al Gobierno del Cerrito como el legítimo en el Uruguay.

Sin embargo, el triunfo rosista en la guerra naval no puso fin de la Guerra Grande; sino que, al consolidar el monopolio comercial del puerto de Buenos Aires, tal vez fué determinante de la decisión de sus opositores de constituir una gran coalición como medio para derrocarlo. De tal manera, el Gral. Urquiza - que se habia convertido en un poderoso ganadero émulo del propio Rosas - Gobernador de Entre Ríos, se puso al frente de una coalición con las provincias de Corrientes y Santa Fé, el sitiado Gobierno de la Defensa de Montevideo y el Imperio del Brasil, para expulsar al sitiador Oribe del Uruguay, y derrocar a Rosas.

Luego de cumplida la primera etapa con la rendición de Oribe ante la invasión de las fuerzas de Urquiza y del Imperio, con la "Paz de Octubre"; un poderoso ejército coaligado enfrentó y derrotó al Ejércido de la Confederación rosista en Caseros, el 3 de febrero de 1852.

Rosas hubo de entregar entonces la Gobernación de Buenos Aires, y emprender el camino del exilio.


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