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Francisco Acuña de Figueroa.


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Francisco Acuña de Figueroa.

Nacido en Montevideo, alrededor de 1790 - obviamente en la época del Virreinato - Francisco Acuña de Figueroa era hijo de un alto funcionario español de la Administración colonial; siendo su padre Tesorero de la Real Hacienda en Montevideo un empleo que, a despecho de no poseer tierras ni hacienda, le incorporaba al círculo social de las autoridades coloniales de la ciudad.

Como solía ocurrir con los jovencitos de las familias de buena posición de la ciudad, hizo sus primeros estudios en el Convento de San Bernardino; y los culminó en Buenos Aires en el Real Colegio de San Carlos. De allí egresó en 1810 habiendo realizado estudios en Letras. Esos conocimientos fueron ampliados constantemente, debido a su permanente curiosidad intelectual, que lo llevó a perfeccionarse en forma autodidacta, frecuentando la lectura de todas las obras clásicas

Habiendo sido el autor del texto que pasó a ser la letra del Himno Nacional de la nación surgida de las luchas por la Independencia; Acuña de Figueroa no fue, sin embargo, alguien que se destacara precisamente por su adhesión a la causa de los americanos independentistas, sino al contrario. Descripto por Zum Felde como habiéndose mantenido fiel durante toda su vida a la triple ortodoxia de la Iglesia, de la filosofía escolástica y del idioma latín -. que había aprendido durante sus estudios; también se mantuvo incondicionalmente leal a los gobiernos coloniales de Elío y Vigodet, lo que determinó que al caer Montevideo en manos de los revolucionarios criollos, en 1814 y con unos 25 años de edad, se exiliara a la Corte portuguesa de Río de Janeiro, donde ejerció un empleo diplomático español ante la misma. Sin embargo, su padre, no solamente permaneció en la Montevideo gobernada por los hombres de la revolución, sino que fue confirmado en las funciones de Ministro de Hacienda - equivalentes a las que ejerciera bajo el gobierno colonial - en base a su evidente capacidad para ejercer esas funciones.

De tal manera, la figura del autor de la letra de nuestro Himno es una interesante referencia acerca de la vida real de Montevideo y de los componentes de su sociedad, durante el turbulento período de la revolución de la Independencia; que muestra que no todos los hombres intelectualmente valiosos tenían necesariamente que compartir las ideas y ser partidarios de la revolución.

Acuña de Figueroa solamente retornó a Montevideo en 1818, cuando la ciudad quedó bajo el dominio portugués; aunque a partir de allí continuó viviendo en ella, prescindente de los avatares políticos y militares; dedicado a sus labores literarias y al ejercicio de diversos empleos públicos, como el que ocupara sucediendo a su padre, de Tesorero del Estado, miembro de la Comisión de censora de las obras teatrales - en 1846, y el de Director de la Biblioteca y Museo Público, entre 1840 y 1847.

Una característica destacada de su personalidad era un espontáneo buen humor y sentido satírico; que lo llevaron a componer numerosas obras en verso en las que se hacía burla de muchos de los personajes más conocidos y aún de situaciones políticas. Se le considera, de tal modo, uno de los más importantes autores burlescos de su época en idioma español; no faltando quienes le atribuyen algunas composiciones de tipo abiertamente licencioso que circularon por conductos informales y se repiten por tradición oral.

Su profunda versación en los recursos literarios del clasicismo le permitió, por otra parte, realizar una numerosa producción plenamente ajustada a los cánones literarios más estrictos de su tiempo; que llevan a ubicarlo, desde el punto de vista literario, como el único representante rioplatense de esas corrientes, junto a figuras tan aclamadas como el chileno Andrés Bello, y el cubano Heredia.

En ese aspecto, su obra más destacada es “La Malambrunada” - originalmente escrita en 1837, pero a la cual el autor realizó diversas modificaciones para atenuar su ridiculización de conocidas personalidades de su época - una epopeya burlesca que relata un fantástico combate en que un grupo de viejas, viudas y solteronas libidinosas, acaudilladas por la bruja Malambruna, tratan de destruir o esclavizar a las jóvenes vírgenes y bellas mujeres comandadas por Violante e inspiradas por Venus. Luego de numerosos episodios que son relatados en forma fuertemente satírica, Malabruna muere, y las viejas son derrotadas, introduciéndose en una laguna donde se convierten en ranas. Los eruditos reconocen en ella frecuentes y chispeantes parodias de versos de los clásicos, Homero, Horatio y Virgilio.

El propio Acuña de Figueroa reunió su obra literaria en una recopilación publicada en 1848; aunque en 1890 se hizo una publicación oficial que comprendiendo la producción posterior a 1848, llena 12 tomos de unas 800 páginas cada uno. Se compone de innumerables odas, himnos, romances, elegías, letrillas - algunas de claros caracteres picarescos y culteranos; y también obritas compuestas en oportunidad de casamientos, nacimientos, aniversarios privados y públicos. También compuso diversas obras ensalzando episodios e instituciones, tales como sus odas a “La Constitución”, al “25 de agosto”; y obras de carácter van variado como “La apología del Choclo”, o “El ajusticiado”.

Entre sus obras merece mención el “Diario Histórico”, que escribió entre 1811 y 1814 mientras permanecía en la Montevideo colonialista asediada por los patriotas; en la cual utilizando diversas formas de versificación describe las circunstancias de la vida cotidiana en la ciudad.

Por Decreto de 1833, se estableció como Himno Nacional de la República el texto escrito por Acuña de Figueroa, que fuera ulteriormente musicalizado por Francisco José Debali.

Acuña de Figueroa falleció en Montevideo, en 1862.



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